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martes, 10 de septiembre de 2024

NUESTRA SEÑORA DE LA SALETTE (NOVENA)

 NUESTRA SEÑORA DE LA SALETTE

2. NOVENA

Páginas: 1. Oraciones | 2. Novena

 

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DÍAS: 1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7 | 8 | 9

 

DÍA PRIMERO [Ir al principio de esta página]

 

Al postrarme a tus pies, oh Madre amorosa, para pedirte: (aquí menciona tu petición), no puedo evitar recordar que tú llegaste a la montaña de La Salette, en primer lugar, para recordarme mis deberes cristianos. Por lo tanto, no hay manera más segura para mí de que se me conceda mi petición, que volver a la amistad de Jesús, mediante una confesión sincera, y esforzarme con todas mis fuerzas para vencer el pecado que me acosa. Oh, Virgen Reconciliadora de los pecadores, obtén para mí esta preciosa gracia, pues con ella se me añadirá todo lo demás. Los innumerables milagros obtenidos por quienes te invocan bajo el título de Nuestra Señora de La Salette llenan mi corazón de esperanza de que mi petición sea tan afortunada como la de aquellos que se dirigieron a ti, por tantos otros suplicantes. Acepta, oh, Madre, en cada día de mi novena, inculcar en mi corazón algo de la enseñanza de tu misericordiosa Aparición.

Practica. Conságrate a Nuestra Señora de La Salette.

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DÍA SEGUNDO [Ir al principio de esta página]

Oh Madre dolorosa, ¿por qué esas lágrimas se derraman en la soledad salvaje, sobre la roca de la que por un momento hiciste tu trono terrenal?

Hijo mío, sería feliz si mi dolor pudiese inspirarte con un dolor de corazón por tus pecados, y con un propósito firme te condujera a una vida mejor. La tierra de tu corazón, como dice el Profeta, está desolada, por tu amor al mundo y a sus placeres vacíos, por tu olvido de meditar sobre las verdades más importantes de la fe, es decir, tu último fin, junto con las terribles consecuencias, tanto aquí como en el más allá, de tu inconsciencia. Retírate a la soledad y allí mi Hijo hablará a tu corazón, e insuflará en tu alma los medios adecuados para asegurar tu salvación.

Oh Madre, los motivos que me impulsan a mezclar mis lágrimas con las tuyas son innumerables. No resistiré más la llamada de Jesús. A partir de ahora, con tu poderosa ayuda, mis pensamientos, palabras y acciones se corresponderán a los deseos del Divino Corazón de Jesús.

Practica. Recita diez Ave Marías y diez invocaciones a Nuestra Señora de La Salette para pedir un odio profundo al pecado.


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DÍA TERCERO [Ir al principio de esta página]

Oh Madre, ¿cuál, es el significado de la cruz luminosa que resplandece sobre tu pecho? ¿Por qué este torrente de lágrimas que se desliza por tu rostro celestial y cae sobre la cruz de oro en la que son quemadas como en un fuego de Amor?

Hijo mío, ¿tu alma nunca ha sido contaminada por un pecado mortal? ¿Nunca te mofaste de mi Hijo, crucificando así de nuevo a tu Salvador y a tu Dios? ¿No está la cruz, ese emblema sagrado de la salvación, desterrada desdeñosamente de todos los lugares donde solía permanecer en honor? ¡Tales iniquidades deben ser lavadas con lágrimas de sangre! Esfuérzate, por lo tanto, para apaciguar la ira de mi Hijo y mitigar Su castigo. Tened miedo de que la Sagrada Sangre que una vez fluyó en el Calvario, ahora caiga vengativamente sobre vuestra cabeza, y sobre las cabezas de aquellos a quienes más queréis en este mundo. ¡Temed que Dios os abandone! Contempla a Jesús en su cruz. Adoradle humildemente y derramad a sus pies vuestra más sentida gratitud. Recuerda que, con Él, hay un remedio para cada mal. No hay virtud que no encuentre en Él un modelo perfecto. Lleva Su cruz en tu pecho, pero principalmente en tu corazón. Y a cambio, el cielo será tu recompensa.

Practica. Arrodíllate ante un crucifijo y di un acto de contrición por tus pecados.



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DÍA CUARTO [Ir al principio de esta página]

Los testigos de tu aparición, oh dulce Madre, rivalizan entre sí al hablarme de la extrema sencillez de tu vestido y de la modestia de tu mirada. Qué lección para mi orgullo y vanidad, contemplarte vestido con una túnica común, un pañuelo sencillo, un delantal humilde y una gorra que cubra completamente tus oídos y tu cabello. ¿Quién podría sino admirar tu cuidado en ocultar tu rostro angelical a los ojos del niño pequeño? No Madre dolorosa, no podrías reprender con más fuerza el orgullo, el lujo y la sensualidad, cuyos atractivos son innumerables víctimas, tanto en este mundo como en el venidero. Ayúdame, oh Madre, a volar del mundo y sus distracciones; a llevar una vida interior para llegar a ser como San Pablo, "el buen olor de Cristo para Dios". Ayúdame a comprender mejor que, para mantener puro mi corazón, debo esforzarme por ser humilde, amar la mortificación y evitar los placeres pecaminosos del mundo.

Practica. Recita las letanías de Nuestra Señora de La Salette.

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DÍA QUINTO [Ir al principio de esta página]

El torrente de tus lágrimas en La Salette, oh Madre dolorosa, cesó sólo con tus palabras, como dijo la pastorcita. Y se notó que llorabas más abundantemente, mientras hablabas de nuestros pecados más grandes, es decir, blasfemia, profanación del día del Señor, violación de las leyes de ayuno y abstinencia, rebelión contra Dios y Su Iglesia, indiferencia con respecto a tus advertencias sobrenaturales, e ingratitud por tus dones y tu amor. Que tu rostro rociado de lágrimas esté siempre delante de mis ojos, para que ablande mi corazón, y le conceda la gracia de un verdadero arrepentimiento. Y para demostrar que me arrepiento de mis pecados, desde hoy no escatimaré esfuerzos para combatir los grandes crímenes con los que nos reprochaste en tu aparición.

Practica. Reza un acto de reparación por los pecados de la humanidad.

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DÍA SEXTO [Ir al principio de esta página]

¿Rezas bien, hijo mío?... Deberías rezar por la mañana y por la noche. Ya sabéis lo que dice mi Hijo sobre la oración en su Evangelio: "Debemos orar siempre, y no desmayar", es decir, no ser pusilánimes en la oración. "Porque sin mí", es decir, sin mi gracia, "no podéis hacer nada" meritorio para el cielo. Recuerda que la gracia sólo se concede a través de la oración. "Pero," dice mi Hijo, "si pedís algo al Padre en mi nombre, él os lo dará." Pide, pues, con corazón puro y recto, confiado, sumiso, perseverante, "y recibirás". La oración es la llave de los tesoros celestiales. El grito de tu miseria sube a Dios, y la misericordia desciende de inmediato. Si, entonces, deseas ser un santo, sé un amante de la oración. Yo misma rezo incesantemente por vosotros en el cielo. ¡Oh dulce Madre, ayúdame a comprender el profundo significado de estas pocas palabras! Nunca olvidaré que la oración es una necesidad para el corazón humano y la felicidad de la vida.

Practica. Examínate a ti mismo para ver cómo rezas tus oraciones diarias.


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DÍA SÉPTIMO [Ir al principio de esta página]

Quién podría imaginar, oh Madre amorosa, que el hombre es tan malvado y tan descuidado con su propio bienestar, como para convertir en un veneno mortal para su alma lo que Dios, en su infinita misericordia, pretendía para su salvación, y para su mayor felicidad. Y sin embargo, esto es exactamente lo que aprendemos de uno de tus reproches maternos: "Van a misa", dices tú, "sólo para burlarse de la religión".

¿Cuántos católicos hay, que se mantienen completamente alejados de la iglesia? Y si se van, sus malas disposiciones los hacen aún más culpables. ¡Cuántos pobres pecadores hay que, en vez de ir a las fuentes sagradas de los Sacramentos para apagar el fuego de sus rebeldes pasiones, desprecian estos dones divinos y los profananan sacrílegamente! ¡Ojalá que, con tu ayuda todopoderosa, nunca profane mi alma con un sacrilegio! Mis confesiones serán siempre tan sinceras como me gustaría que fueran cuando llegue mi último día. De ahora en adelante, mi comportamiento respetuoso al asistir a la Misa, demostrará mi tierno amor y mi profunda estima por este santo Sacrificio.

Practica. Asiste a la Santa Misa y recibe la Sagrada Comunión.

 

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DÍA OCTAVO [Ir al principio de esta página]

¡Oh Madre amorosa, cuán vívidamente reales son los secretos de tu corazón maternal que aparecen en tu Aparición misericordiosa! ¡Cuánto aumentan y fortalecen mi confianza en ti! Oh amigable Madre, cuán misericordiosamente soportas las reprensiones encontradas en tus esfuerzos por devolver a Dios los corazones de tus hijos descarriados. Uno puede permanecer sordo al llamado de tu amor y de tu bondad; pero se rendirá a tus lágrimas. Porque las lágrimas de una madre van directamente al corazón y lo funden. Pero, en cuanto a aquellos cuyos corazones endurecidos desprecian aun tus lágrimas, tienes terribles amenazas y terribles castigos guardados para ellos. Sin embargo, aun así, ¡cuánto se parecen a las de una madre tus reprensiones y castigos! Con una mano golpeas, mientras que con la otra sostienes. Incluso cuando nos descarriamos, tus ojos vigilantes y maternales nos siguen en los más pequeños detalles de la vida, para detectar los más pequeños buenos sentimientos de nuestros corazones, para recompensarlos. ¿Quién no se esforzaría por inflamar cada corazón con amor y respeto por ti?

Practica. Hable con uno de sus amigos y conocidos de Nuestra Señora de La Salette.


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DÍA NOVENO [Ir al principio de esta página]


Los días de mi novena han llegado a su fin, y apenas he comenzado a meditar sobre las enseñanzas de tu Aparición. ¡Qué consuelo para nuestros corazones cansados contemplarte y derramar nuestras humildes oraciones a tus pies! Las horas pasadas contigo no son más que instantes que pasan con un vuelo tan rápido como el del relámpago. Pero, como una vez dijiste a los pastores embelesados por tu mirada: "Bien, hijos míos, daréis a conocer esto a todo mi pueblo", así que ahora te diriges a mí con la misma advertencia: Bueno, mi niño, darás a conocer mis enseñanzas a toda mi gente. El amor se regocija al expresarse con sacrificios y entrega. Enseñad, pues, a todos los que os rodean la necesidad de servir a Dios. Hacedles conocer las observancias religiosas y los deleites que se encuentran en el servicio de Dios. Y, para cumplir con este deber sagrado, medita sobre las enseñanzas de mi Aparición. Oh, hijo mío, que tu corazón se inflame como el de tu Madre con el fuego del santo celo por la gloria de Dios! Recordad que edificando a vuestras semejantes criaturas y procurando su salvación, aseguráis la vuestra. ¡Sí! ¡El cielo es el premio!

Practica. Haz el viacrucis por las almas en el purgatorio.


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martes, 27 de agosto de 2024

viernes, 7 de junio de 2024

Mensaje del Espíritu Santo “Pentecostés”, dado a través de “E” el 19 de mayo de 2024


Mensaje del Espíritu Santo “Pentecostés”, dado a través de “E” el 19 de mayo de 2024

Hija de Dios, ofrece al Cielo las pesadillas y el dolor que te han causado los enviados del mal, nadie podrá impedir la Divina Voluntad. Escucha la dulce y tranquila voz que susurra a través de todas las cosas que abre almas y corazones.

Escribe, niña Mía, lo que ahora tienes pensado, porque el buen Olegario, traducirá estas palabras y por designio Divino, será quien las comparta con los servidores de Nuestra Reina y Madre, la Virgen María y con miles de almas para que puedan ser conocidas y escuchadas por ti misma.

Soy vuestro Ángel de la Guarda que os habla, os acompaña y os guía a escribir el Mensaje, dictado por el Espíritu Santo en este día de la Solemnidad de Pentecostés, donde se recuerda Su venida a los Apóstoles, “marcando el nacimiento de la Iglesia Católica y la propagación de la fe en Jesucristo”.

La Sagrada Escritura dice: “Todo esto os dije mientras estaba con vosotros. De ahora en adelante el Espíritu Santo, el Paráclito que el Padre os enviará en Mi Nombre, os enseñará todo y os recordará lo que os dije (Juan 14:25-26) y bautizar a todos los hombres, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

“Creer en el Espíritu Santo es profesar que el Espíritu Santo es una de las Personas de la Santísima Trinidad, consustancial al Padre y al Hijo “que recibe del Padre y del Hijo la misma adoración y gloria”. El Santo Espíritu coopera con el Padre y el Hijo desde el inicio del deseo de salvación de la humanidad hasta su consumación. Pero es en los “últimos tiempos”, inaugurados con el estímulo redentor del Hijo, cuando el Espíritu Santo se nos revela y se nos da, cuando es reconocido y acogido como Persona. Entonces este plan Divino, que se consuma en Cristo, Primogénito y Cabeza de la nueva creación, se realiza en la humanidad por el Espíritu que nos es dado: la Iglesia, la Comunión de los Santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna” (Catecismo de la Iglesia Católica 685-686).

Según las Sagradas Escrituras, así ocurrió la venida del Espíritu Santo: “Cuando llegó el día de Pentecostés, estábamos todos reunidos en el mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido, como de una ráfaga de viento fuerte. Que llenó toda la casa donde estaban, y aparecieron lenguas como de fuego que se repartieron y reposaron sobre cada uno de ellos. Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas” (Hechos 2,1-4).

Los Hechos de los Apóstoles, al narrar los acontecimientos de aquel día de Pentecostés en el que el Espíritu Santo descendió en forma de lenguas de fuego sobre los discípulos de Nuestro Señor, nos hacen dar testimonio de la gran manifestación del Poder de Dios, con la que la Iglesia inició su camino entre las naciones. La victoria que Cristo - con su obediencia, su inmolación en la Cruz y con Su Resurrección - había obtenido sobre la muerte y el pecado se reveló entonces en toda su Divina Claridad.

Los apóstoles, a pesar de haber sido enseñados por Jesús durante tres años, huyeron aterrorizados ante los enemigos de Cristo. Sin embargo, después de Pentecostés, se dejaron azotar y encarcelar; y terminaron dando su vida como testimonio de su fe. Ejemplo de amor y valentía que todo cristiano debería seguir.

Los discípulos, que ya eran testigos de la Gloria del Señor resucitado, experimentaron en sí mismos la fuerza del Espíritu Santo: su inteligencia y su corazón se abrieron a una nueva luz. Habían seguido a Cristo y aceptado con fe sus enseñanzas, pero nunca habían podido comprender plenamente su significado: era necesario que viniera el Espíritu de verdad para hacerles entender todo. Supieron encontrar palabras de vida eterna, y estuvieron dispuestos a seguirlo y dar la vida por él, pero eran débiles y, cuando llegó el momento de la prueba, huyeron dejándolo solo.

El día de Pentecostés todo esto pasó: el Espíritu Santo, ese espíritu de fortaleza, los hizo firmes, confiados, audaces. La palabra de los Apóstoles resuenan fuerte y vibrante por las calles y plazas de Jerusalén (“Es Cristo que pasa”, San Josemaría Escrivá, 127)

Me gustaría recordaros que la vida moral de los cristianos está sostenida por los dones del Espíritu Santo. Son disposiciones permanentes que hacen al hombre dócil a seguir las sugerencias del Espíritu Santo. Los dones del Espíritu Santo son siete: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, conocimiento, piedad y temor de Dios.

Los dones son infundidos por Dios. El alma no podría adquirir los dones con todo el orden puramente natural. Los dones los poseen hasta cierto punto todas las almas en gracia. Es incompatible con el pecado mortal.

*Sabiduría: gusto por lo espiritual, capacidad de juzgar según la medida de Dios. El primero y mayor de los siete dones. La sabiduría y la luz que viene de lo alto: es una participación especial en ese conocimiento de Dios... Esta sabiduría superior es más bien un conocimiento nuevo, un conocimiento impregnado de caridad y gracias con las que el alma se familiariza con las cosas y gustos divinos. Ellos... “Un cierto sabor de Dios”.

(Santo Tomás), por lo que el verdadero sabio no es simplemente el que conoce las cosas de Dios, sino el que las experimenta y las vive.

El conocimiento de la sabiduría, además, confiere una capacidad especial para orientar los asuntos humanos según la medida de Dios, a la luz de Dios, iluminado por este don, el cristiano sabe salvar interiormente las realidades del mundo: nadie es mejor que él para hacerlo. Apreciando los auténticos valores de la creación, mirándolos con los mismos Ojos de Dios.

*Inteligencia (comprensión): es una gracia del Espíritu Santo para comprender el discurso de Dios y profundizar en lo revelado. La palabra “inteligencia” deriva del latín “intus legere”, que significa “leer en el interior”, penetrar, comprender profundamente. Por este don el Espíritu Santo, que “escudriña las profundidades de Dios”. (1 Cor 2,10), comunica al creyente una chispa de capacidad penetrante que lleva el corazón a la percepción gozosa del designio amoroso de Dios. El Espíritu Santo, si bien agudiza la inteligencia de las cosas divinas, también hace más clara y penetrante la mirada sobre las cosas humanas. Gracias a él podemos ver mejor los numerosos signos de Dios que están inscritos en la creación. De esta manera descubrimos la dimensión no puramente terrenal de los acontecimientos, con la que está entrelazada la historia humana. Y también se puede conseguir descifrando el tiempo presente y el futuro. “Signos de los tiempos, signos de Dios”.

*Consejo: iluminar la conciencia en las opciones que la vida cotidiana le impone, sugiriendo lo legítimo, lo que corresponde, lo que es mejor para el alma. El don de la fortaleza es un impulso sobrenatural, que da fuerza al alma no sólo en momentos dramáticos como el martirio, sino también en las condiciones habituales de dificultad: en la lucha por permanecer coherente con los propios principios, en soportar ofensas y ataques injustos, en perseverancia valiente, incluso en medio de incomprensiones y hostilidades, por el camino de la verdad y la honestidad.

*Ciencia: refleja el verdadero valor de los creadores. El hombre, iluminado por el don de la ciencia, descubre al mismo tiempo la distancia infinita que separa las cosas del Creador, su limitación intrínseca, la insidia que puede surgir cuando, por pecar, se abusa de ellas. Es un descubrimiento que lo lleva a darse cuenta con tristeza de su miseria y lo empuja a recurrir con mayor entusiasmo y confianza a quien es el único que puede saciar plenamente la necesidad del infinito que lo persigue.

*Piedad: Sana nuestro corazón de toda dureza y lo abre a la ternura hacia Dios como Padre y hacia nuestros hermanos como Hijos del mismo Padre. ¡Grita todo el tiempo Abba, Padre! un hábito sobrenatural infundido de gracia santificante para suscitar en la voluntad un afecto filial hacia Dios considerado Padre y un sentimiento de fraternidad universal hacia todos los hombres como hermanos e Hijos del mismo Padre.

La ternura, como actitud sinceramente filial hacia Dios, se expresa en la oración; la ternura, como apertura fraterna hacia los demás, se manifiesta en la mansedumbre. Con el don de la piedad, el Espíritu infunde en el creyente una nueva capacidad de amor hacia los hermanos, haciendo de alguna manera su corazón partícipe de la misma mansedumbre del Corazón de Cristo.

Además, el don de la misericordia extingue en el corazón aquellas fuentes de tensión y división como la amargura, la ira, la impaciencia, y lo alimenta con sentimientos de comprensión, tolerancia y perdón.

*Temor de Dios: Espíritu contrito ante Dios, consciente de la culpa y del castigo Divino, pero en la fe en la Divina Misericordia. Temor de ofender a Dios, reconociendo humildemente la debilidad inherente a todo ser humano.

Sobre todo: temor filial, que es el amor de Dios, el alma se preocupa de no desagradar a Dios, amado como Padre, de no ofenderlo en nada, de “permanecer” y crecer en la caridad (Juan 15,4-7). Pero Qué miedo no es ciertamente ese “temor de Dios” que nos empuja evitar pensarlo o recordarlo como algo que perturba y preocupa. El creyente se presenta y se coloca ante Dios con un “espíritu contrito” y un “corazón humillado” (Sal 50/51,19), sabiendo que tendrá que esperar su propia salvación “con temor y temblor”( Fil 12).

Sin embargo, esto no significa miedo irracional, sino más bien sentido de responsabilidad y fidelidad a Su Ley. Toda la práctica de las virtudes cristianas depende de este santo y justo temor, unido en el alma al amor de Dios, y sobre todo a la humildad, la templanza, la castidad y la mortificación de los sentidos.

El crecimiento en los dones del Espíritu Santo forma perfecciones en el alma llamadas Frutos del Espíritu Santo. La tradición de la Iglesia enumera doce de ellos: Caridad, Alegría, Paz, Paciencia, Longanimidad, Bondad, Benevolencia, Mansedumbre, Fidelidad, Modestia, Continencia y Castidad. (Gal 5,22-23)

Cuando el Espíritu Santo da fruto en el alma, vence la duplicidad de la carne y da fruto. Al principio es muy difícil practicar las virtudes. Pero si perseveráis dóciles al Espíritu Santo, su acción en vosotros os hará cada vez más fácil la práctica, hasta que seáis capaces de practicar con placer. Las virtudes serán entonces inspiradas por el Espíritu Santo y se llamarán frutos del Espíritu Santo.

Los tres primeros frutos del Espíritu Santo son la caridad, la alegría y la paz, que pertenecen sobre todo al Espíritu Santo.

La caridad o amor ferviente da la posesión de Dios. De la posesión de Dios surge la alegría, que no es otra cosa que el descanso y contentamiento que se encuentra en el disfrute del bien poseído.

La paz que, según San Agustín. Es tranquilidad en orden, en orden mantiene el alma en posesión de alegría contra todo lo contrario. Excluye cualquier tipo de confusión y miedo.

La paciencia modera la tristeza, lleva a cuidar de los demás y a garantizar que compartimos lo que tenemos. Bondad significa dulzura y este tipo de dulzura consiste en tratar a los demás con paz, cordialidad, alegría sin sentir la dificultad que quien tiene bondad siente sólo como una virtud y no como un fruto del Espíritu Santo.

La gran paciencia o la perseverancia ayudan a permanecer fieles al Señor a largo plazo, previene el aburrimiento y el disgusto que provienen del deseo del bien que se espera, o de la lentitud y duración del bien que se hace, o del mal que se sufre y no de la grandeza de la cosa misma ni de otras circunstancias.

La fe, como fruto del Espíritu Santo, es cierta facilidad para aceptar todo lo que se debe creer, firmeza para establecerse en ello, certeza de la verdad que se cree sin sentir repugnancia ni dudas, ni aquellas oscuridades y obstinaciones que se pueden sentimos naturalmente respecto a las cuestiones de fe.

El pudor regula los movimientos del cuerpo, los gestos y las palabras, la manera adecuada muy apropiada de vestir, de hablar, de caminar, reflejando la pureza del alma, armonizando los labios, combinando la sencillez y la caridad con la sonrisa, excluyendo lo áspero, vulgar e indecoroso. La templanza frena las horas desordenadas de comer y beber, impidiendo los excesos que impedirían cometerlos; y contiene la concupiscencia dentro de los justos límites.

La castidad es la victoria obtenida sobre la carne y que hace del cristiano templo vivo del Espíritu Santo.

Recordemos que la santificación se atribuye de manera particular al Espíritu Santo, ya que todo lo que el Espíritu Santo toca es santificado y transformado (Cirilo de Jerusalén).

Aquí tienes las palabras de algunos Santos dedicadas al Espíritu Santo, disfrútalas, vívelas y guárdalas en tu corazón.

Todos los Santos testimonian que el Espíritu es una fuerza que transforma la interioridad del hombre y de la mujer. La prioridad es ante todo no pecar, ya que el “pecado mortal” expulsa a el Espíritu, el “pecado venial” debilita su acción santificadora.

Atraer al Espíritu de Dios para que tome posesión de su ser, enseña San Juan de Ávila, además de tener la casa limpia, es necesario tenerlo en gran valor. “Sintamos grandemente de Él. Sea Cristo quien nos introduzca en la morada más íntima del alma, donde habita Dios Trinidad, de modo que participemos de su misma vida intradivina de amor.

Dice San Cirilo de Jerusalén: “El Espíritu Santo, aunque es único, con un solo modo de ser e indivisible, reparte la Gracia a cada uno como quiere. Y así como un tronco seco que recibe agua, brota así el alma pecadora que, a través de La penitencia, me hago digno del Espíritu Santo, produce frutos de Santidad y a pesar de tener una única e idéntica manera de ser el Espíritu, bajo el impulso de Dios y en el Nombre de Cristo, produce múltiples efectos.

Sabiduría: iluminar la mente de los demás, con el don de profecía; a este último le concede el poder de expulsar demonios, al primero le concede el don de interpretar las Divinas Escrituras, fortalece, en unos, la templanza, en otros, le enseña a practicar el ayuno y la misericordia. La vida ascética; al primero, para dominar las pasiones; prepara al otro para el martirio, por eso se manifiesta diferente en cada uno, pero nunca diferente de sí mismo, como está escrito: En cada uno se manifiesta el Espíritu por el gen común. Llega manso y gentil, se le vive como un finísimo y profundo, su yugo no puede ser más liviano. Rayos luminosos de luz y conocimiento anuncian su venida. Se acerca con los tiernos sentimientos de un verdadero protector: porque viene a salvar, a curar, a enseñar, a consolar, a iluminar el alma, primero de quienes lo acogen, luego, a través de él, de las de los demás.

Para San Agustín de Hipona “El Espíritu Santo convierte la multiplicidad en unidad, se apropia de ella con humildad y se distancia de ella con orgullo. Y agua que busca un corazón humilde, como lugar cóncavo donde detenerse; en cambio, ante la arrogancia del orgullo, como la altura de una colina, rechazada, cae. Por eso se ha dicho: “Dios resiste a los soberbios y en cambio da Su Gracia a los humildes” (Santiago 4,6). ¿Qué significa darles Gracia? Darles el Espíritu Santo. “Él los llena y los humilla porque en ellos encuentro la capacidad de acogerlo”. Y al tenerla merece tenerla más, y al tenerla más, puede amar más. Sin el Espíritu Santo no se puede amar a Cristo ni observar Sus Mandamientos. Entre los dones de Dios no hay ninguno más excelente que el amor al Espíritu Santo, es el don más exquisito de Dios”.

 

San Bernardo de Caraval aconseja: “Si quieres que Dios te introduzca en su intimidad, asegúrate de que el Espíritu Santo guíe tu vida y el Espíritu de Justicia tus relaciones con los demás. Los pensamientos torcidos os alejan de Dios: por eso debéis pedir un corazón puro, y esto se conseguirá si se renuevan interiormente con un espíritu firme. Este Espíritu justo puede referirse al Hijo, que se despoja del viejo hombre y se reviste del nuevo.

Renueva el núcleo de la mentalidad para pensar correctamente y déjate gobernar por un espíritu nuevo, no por un código anticuado. Es Él, quien inspira buenos pensamientos nos enseña a ponerlos en práctica, para que la Gracia de Dios no sea estéril en la humanidad. Es Él, quien les concede lo que piden y la Gracia de pedirlo. Aliento con santa esperanza y doblego a Dios con compasión hacia sus Hijos.

San Francisco de Asís menciona: “Las Santas virtudes, que son infundidas con la Gracia y la iluminación del Espíritu Santo en los corazones de los fieles a Dios interiormente purificados, interiormente iluminados y envalentonados por el fuego del Espíritu Santo.

Sigue los pasos de tu amado Hijo. Señor nuestro Jesucristo, y sólo con tu gracia alcanzarte Altísimo. Que en la Trinidad perfecta y en la Unidad simple vives y reinas y eres glorificado, Dios Todopoderoso, por los siglos de los siglos.

Así oraba Santa Catalina de Siena al Espíritu Santo en todo momento: “Oh Espíritu Santo, ven a mi corazón y con tu poder tráelo a mí, y dame caridad con temor. Cristo libérame con tu Santísimo Amor Padre y dulce Señor, ayúdame en todos mis deberes”.

Escribe San Juan de Ávila: “Lo primero que conviene para que el Espíritu Santo venga a nuestras ánimas, es que sintamos grandemente de Él y que creamos que puede hacer mucho. Por desconsolada que esté un ánima, basta Él a consolarla; por pobre que esté, a enriquecerla; por tibia que esté, a encenderla; por flaca que esté, a inflamarla en ardentísima devoción ¡Remedio para que venga el Espíritu Santo! Sentir de Él muy magníficamente. Y así dice hablando de la grandeza del Espíritu Santo: El Poder de Dios es muy grande, y de sólo los humildes es honrado. No vendrá el Espíritu Santo a ti, si no tienes hambre de Él. Y los deseos que tienes de Dios. Aposentadores son de Dios, y señal es que si tienes deseos de Dios, que presto vendrá a ti. No te canses de desearlo, que, aunque te parezca que lo esperas y no viene y aunque te parezca que le llamas y no te responde, persevera siempre en el deseo y no te faltará.

Hermano ten confianza en Él, que, aunque no viene cuando tú le llamas, Él vendrá cuando vea que te cumple. Porque debes, hermano mío, asentar en tu corazón que, si estas desconsolado y llamas al Espíritu Santo y no viene, es porque aún no tienes el deseo que conviene para recibir a tal Huésped. Y si no viene, no es por qué no quiere venir, no es por qué lo tiene olvidado, sino que, para que perseveres en este deseo y perseverando hacerte capaz de Él, ensancharte ese corazón, hacer que crezca la confianza, que de su parte te certifico que nadie lo llamo que siga vacío de su consolación”.

 

Escribe Santa Teresa de Jesús: “Estando un día muy penada por el remedio de la Orden, me dijo el Señor: “Haz lo que es en ti y déjame tú a Mí y no te inquietes por nada; goza del bien que te ha sido dado, que es muy grande; “Mi Padre se deleita contigo y el Espíritu Santo te ama”. Después de esto, quédeme yo en la oración que traigo de estar el alma con la Santísima Trinidad y parecíame que la Persona del Padre me llegaba a Sí y decía palabras muy agradables. Entre ellas me dijo, mostrándome lo que quería: “Yo te di a Mi Hijo y al Espíritu Santo y a esta Virgen. ¿Qué me puedes tú dar a Mí? Entre tal Hijo y tal Padre forzado ha de estar el Espíritu Santo, que enamore vuestra voluntad y os la ate a tan grandísimo amor.

Paréceme a mí que el Espíritu Santo debe ser medianero entre el alma y Dios, y el que la mueve con tan ardientes deseos, que la hace encender en fuego soberano, que tan cerca está. ¡Oh Señor, que son aquí las misericordias que usáis con el alma! Seáis bendito y alabado por siempre, que tan buen amador sois, ¡Oh Dios mío y creador mío! ¿es posible que vaya nadie que no os ame?

Dice San Juan de la Cruz: “La sequedad del espíritu es también causa de impedir al alma el juego de la suavidad interior, cerrándole la puerta por medio de la contínua oración y devoción. El Espíritu Santo es el que ha de ahuyentar esta sequedad del alma y el que sustenta en ella y aumenta el amor del Esposo, y también pone el alma en ejercicio interior de las virtudes, todo a fin de que el Hijo de Dios, su Esposo, se goce y deleite más en ella, porque toda su pretensión es dar contento al amado, y esta tal aspiración del Espíritu Santo en el alma, con que Dios la transformo en sí, le es a ella de tan subido, delicado y profundo deleite, porque el alma, unida y transformada en Dios, aspira en Dios a Dios la misma aspiración Divina que Dios, estando ella en Él transformada, aspira en sí mismo a ella”.

San Juan María Vianney escribe: “El Espíritu Santo es luz y fortaleza. el que distingue la verdad de la falsedad, el bien del mal, como lupas que magnifican los objetos, el Espíritu Santo nos hace ver el bien y el mal “a lo grande”. Con el Espíritu Santo todo se ve “grande”: la grandeza de las más pequeñas acciones hechas por Dios, y la grandeza de las más pequeñas faltas... Sin el Espíritu Santo somos como una piedra sobre la estirada. Coge una esponja empapada en agua en una mano y un guijarro en la otra, exprímelas de la misma forma. No saldrá nada del guijarro y verás salir mucha agua de la esponja. La esponja es el alma llena del Espíritu Santo; y la piedra pequeña es el corazón frío y duro donde no habita el Espíritu Santo. El Espíritu Santo es quien forma pensamientos en el corazón de los justos y los que tienen el Espíritu Santo son buenos... cuando tienes el Espíritu Santo, tu corazón se expande y se sumerge en el Amor Divino. Deberíamos decir cada mañana: “Dios mío, envíame tu Espíritu Santo para hacerme saber quién soy yo y quién eres Tú”.

Santa María de Jesús Crucificado tenía una extraordinaria devoción al Espíritu Santo, de sus labios surgía frecuentemente esta oración que le era revelada: “Espíritu Santo, inspírame El Amor de Dios me consume: Por el camino verdadero guíame. María Madre mía, mírame, con Jesús bendíceme, de todo mal, de toda ilusión, de todo peligro, presérvame.”

Santo del Niño Jesús recuerda: “El Espíritu Santo es el amor que da vida a la Iglesia, es su alma. La caridad me dio la llave de mi vocación. Entendí que la Iglesia tiene un corazón y ese corazón arde de amor. Comprendí que sólo el amor puede hacer actuar a los miembros de la Iglesia; que, si el Amor se extinguiera, los apóstoles ya no anunciarían el Evangelio y los mártires se negarían a derramar su sangre. ¡Jesús, amor mío, por fin he encontrado mi vocación! El Amor es mi vocación en el corazón de la Iglesia, Madre mía, seré amor... Así seré todo.”

Erika, tu vocación también es el amor. En todo momento repite esta oración:

“Jesús mío, te amo, tu Espíritu de Amor me quema con su fuego. Amándote atraigo al Padre, mi corazón débil se entrega a Él sin reservas”. Pido a Jesús que me acerque a las Llamas de Su Amor, que me una tan íntimamente a Él, que sea Él quien viva y actúe en mí. Siento que cuanto más corazón, más fuerte diré: “Atráeme” y que cuanto más se acerquen las almas a mí (pobre pedazo de hierro, si me alejo de la Hoguera Divina), más rápidamente correrán tras los olores “de su Amado. Porque un alma quemada de amor no puede estar inactiva.”

San Pablo VI escribe: el Espíritu Santo es el alma de esta Iglesia. Es Él, quien explica a los fieles el significado profundo de las Enseñanzas de Jesús y de su Misterio. Es Él, quien hoy como en los inicios de la Iglesia, actúa en todo evangelizador que se deja poseer y conducir por Él, y pone en sus labios palabras que por sí solo no habría podido encontrar, predisponiendo también el alma del oyente para hacerlo abierto y acogedor a la Buena Nueva y al Reino anunciado. El Espíritu Santo es el principal agente de la evangelización: es él quien empuja a todos a anunciar el Evangelio y quien, en lo profundo de su conciencia, les hace acoger y comprender la Palabra de Salvación. Por Él la evangelización penetra en el corazón, ya que es Él quien nos hace discernir los “signos de los tiempos” como signos de Dios que la evangelización descubre y valoriza en la historia.

San Pío de Pietrelcina dice: “El Espíritu Santo nos dice que, a medida que el alma se acerca a Dios, debe prepararse para la prueba. No os asustéis por las innumerables tentaciones que se presentan porque, el Espíritu Santo advierte a los devotos, alma que está atenta: “Trata de avanzar en los caminos del Señor para prepararse para enfrentar las tentaciones”.

San Luis María Grignion de Monfort: “Cuanto más el Espíritu Santo encuentra a María en un alma, más activo y poderoso se vuelve para reproducir a Jesucristo en esa alma, y esa alma en Jesucristo”.

Ya que por Gracia Divina has recibido estas palabras para enriquecer tu conocimiento del Espíritu Santo, es importante que te consagres personalmente al Espíritu Santo todos los días. Puedes utilizarlas siguiendo la oración por guía. “Recibe, oh Espíritu Santo, la perfecta y absoluta consagración de todo mi ser, que te hago en este día para que te dignes ser de ahora en adelante, en cada uno de los momentos de mi vida, en cada una de mis acciones, sé mi director, mi luz, mi guía, mi fuerza y ​​todo el amor de mi corazón”.[mm1] 

Me abandono sin reservas a Tus Divinas operaciones y quiero ser siempre dócil a Tus santas inspiraciones. Oh Espíritu Santo, dígnate formarme con María y en María, según el modelo de Tu amado Jesús. Gloria al Padre Creador. Gloria al Hijo Redentor. Gloria al Espíritu Santo Santificador.

Espíritu Santo, Tú que me aclaras todo, que iluminas todos los caminos para que pueda realizar mi ideal, Tú que me das el don Divino de perdonar y olvidar el mal que me hacen y que estás conmigo en cada momento de vida mía, en este breve diálogo, quiero agradecerte por todo y confirmarte que nunca quiero separarme de Ti por muy grande que sea la ilusión material: quiero estar Contigo y todos mis seres queridos en la gloria perpetua. Gracias por Tu Misericordia para conmigo y mis seres queridos. Gracias mi Dios.

Oh Espíritu Santo, Amor del Padre y del Hijo, inspírame siempre lo que debo pensar, lo que debo decir, cómo debo actuar, lo que debo hacer, para la gloria de Dios, el bien de las almas y mi santificación.

Espíritu Santo, dame agudeza de entendimiento, capacidad de retener, método y facultad de aprender, refinamiento para interpretar, gracia y eficacia para hablar. Dame éxito cuando empieces, dirección cuando termines. Amén

Para concluir este maravilloso Mensaje, den gracias a la Santísima Trinidad y a Su Madre Eterna, que, a través de esta hermosa catequesis sobre el Espíritu Santo, les han mostrado a todos ustedes infinito amor y misericordia.

Los Ángeles Guardianes son mensajeros personales de todo ser humano, encargados de llevar sus oraciones a Nuestro Padre Eterno y viceversa. Por tanto, acoged con amor y gratitud la bendición eterna de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo y de la siempre Virgen María, Reina de los Ángeles y Madre de la humanidad, bendición con la que se sella este Mensaje y todos quienes lo reciben y lo aceptan con humildad en su corazón.

AMEN, AMEN, AMEN.



viernes, 12 de abril de 2024

ORACION PODEROSA PARA VENCER A SATANAS

 

DIOS PADRE

Oracion dictada por Dios Padre a JV para protegernos contra satanas en estos tiempos de ataque y Tribulacion: "satanas no soporta Mi Amor y le quitaran mucha fuerza y quiza hasta lo podran vencer". 

Oracion: "QUE EL AMOR DE LA SANTISIMA TRINIDAD CUBRA Y PROTEJA A TODO LO
VISIBLE E INVISIBLE, A TODAS LAS ALMAS, A TODO LO CREADO CONTRA TODO AQUELLO QUE satanas HA AFECTADO Y LLEVADO HACIA EL MAL.

"Repetidla continuamente, para irle quitando poder a satanas y sus secuaces", gracias Mis pequeños.



CURRÍCULO ESPIRITUAL DEL PROFETA “J.V.”

https://www.youtube.com/watch?v=DAji1Q598FU


lunes, 26 de febrero de 2024

LEVANTAD A MEXICO: OREN, EL SANTO ROSARIO

 LEVANTAD A MEXICO: OREN, EL SANTO ROSARIO

                                     

Es la hora del Amor Misericordioso de Nuestro Dios sobre

vosotros, sois hijos de Dios, hijos Míos, y

entre todos, en oración, levantad a Nuestro

México, dado al Profeta J. V. el 11 de diciembre del 2023

 

https://elejercitomariano.blogspot.com

Rosario – Mensaje ÚNICO

Mensaje de La Santísima Virgen de Guadalupe a J. V.

Habla La Santísima Virgen de Guadalupe.

Hijitos Míos, Soy vuestra Madre, en la Advocación de Guadalupe. En Mi Aparición en el cerrito y en esos tiempos, que eran tiempos de tribulación de los primeros pobladores con la conversión de su primer grupo de unión, en donde se daba ya, la sangre, la nueva sangre de México, la sangre de los mexicas con la española. Yo vine a uniros, Mis pequeños, vine a unir lo que sería la nueva sangre, la sangre del México que vivís todos vosotros.

Os repito, eran tiempos de tribulación, acababan de tener guerras tremendas en la conquista; y ahora os repito esas palabras con las que Me presenté a Juan Diego, cuando él, también, estaba en tribulación: ¿Qué no estoy Yo aquí, que Soy vuestra Madre? Estáis ahora en tiempos de tribulación muy fuerte, Mis pequeños. No solamente en Mi México, sino en todo el mundo, pero, Me centraré en Mi México.

Esta nueva raza, que se formaba y que Yo, en cierta forma, bautizaba y apoyaba, formaba una Alianza, la de aquí de los mexicas con los españoles.

Vine a traer la unión, vine a traeros Paz y Alegría en Mi Hijo, Alegría en Dios, el Dios Verdadero. Venía a apoyar, aquí, la Vida de Mi Hijo, que ya se les enseñaba a los pobladores, y que llegó de España, a través de Mis hijos predilectos.

Una nueva vida, el nuevo mundo, unas nuevas tierras, a las que Yo, vuestra Madre, cuidaba y cuidaría y apoyaría para siempre.

Mis pequeños, es Mi México lleno de tribulaciones, y estas tribulaciones, causadas, precisamente, por la envidia de satanás. Aquí, es en donde el

Génesis se hace patente, cuando Mi Padre, vuestro Padre Dios, habla de Mí, y Me pone como La Gran Enemiga de satanás, a Mí, vuestra Madre, protegiéndoos a todos vosotros.

Satanás, celoso, por Mi Amor hacia vosotros, Mis hijos mexicanos, desde aquel tiempo, ha venido tratando de destruiros, de destruir estas tierras bendecidas por Mi Padre, vuestro Padre, Nuestro Dios, y no podrá destruiros, porque, principalmente, Él, en Su Santísima Trinidad, vela por todos vosotros, y que es algo que vosotros mismos, mexicanos, no habéis aprovechado ni agradecido.

Sois un pueblo predilecto por Dios, y que se Me dio a Mí, vuestra Madre, para cuidaros, y hacer de este México, una gran tierra de Amor, la gran tierra del Nuevo Mundo. Por eso, tenéis ahora, este gran, gran, problema de tribulación, causado por vuestros gobernantes, pero atrás de ellos comandados por satanás.

Como en aquel tiempo, la tribulación, como os expliqué, se dio al principio de esta unión de razas, ahora, satanás quiere destruiros, como ha querido hacerlo desde hace tiempo, desde la unión de razas y no ha podido. Y quiero que esto lo meditéis, Mis pequeños, para que os deis cuenta de cómo habéis sido protegidos por tanto tiempo, pero, vosotros habéis desperdiciado esta Gracia tan grande, de que sois protegidos por el Cielo. No habéis puesto gran cosa de vuestra parte, porque, si hubierais mantenido esa alegría del principio, de ser un pueblo escogido, y os hubierais mantenido en oración, en alegría, en Gracia, hubierais terminado con la fuerza de satanás desde aquel tiempo, pero, habéis desperdiciado tanto.

Pero, os vengo a dar una buena noticia, Mis pequeños, el tiempo de satanás ha terminado, la tribulación para vosotros, Mi pueblo mexicano, pronto terminará.

Tendréis, nuevamente, una libertad grande, que os dará Nuestro Padre Dios y que Yo, vuestra Madre, mantendré cuidándoos, contra aquél que tanto ha tratado de destruiros.

Sois un pueblo escogido, ya es hora de que vosotros entendáis esta predilección del Cielo y que os comportéis como debéis comportaros, como hijos de Dios, hijos Míos, consagrados a Mi Inmaculado Corazón. Ya este es el tiempo de la liberación de vuestro país, Mi país.

Orad, intensamente, porque satanás, todavía, dará sus coletazos malévolos para tratar de destruiros, pero, la oración de parte vuestra, lo vencerá. Son los últimos momentos de satanás y el principio de vuestra liberación.

Agradeced, pues, a Nuestro Padre Dios, al que le debéis todo, y a Mí, vuestra Madre Santísima, que os hemos venido cuidando y que seguiremos cuidándoos, para hacer de esta nación, una gran nación ante el Mundo entero. Os repito, sois hijos de Dios, vuestra patria fue escogida para algo grande en lo futuro, agradeced a nuestro Dios y Señor, humillaos ante él, y sed como Mi pequeño hijo Juan Diego, que se ganó el Cielo, al servirMe a Mí en Sencillez, en Humildad y con un gran amor.

Es vuestro tiempo, aprovechadlo, Mis pequeños.

Es la hora del Amor Misericordioso de Nuestro Dios sobre vosotros, sois hijos de Dios, hijos Míos, y entre todos, en oración, levantad a Nuestro México.

Gracias, Mis pequeños.





Ver Mensajes al Profeta J.V. en

https://www.diospadresemanifiesta.com

lunes, 1 de enero de 2024

EXORCISMUS IN SATANAM ET ANGELOS APOSTATICOS (Breve y Eficaz, en latín)

 


EXORCISMUS IN SATANAM ET ANGELOS 
APOSTATICOS

EN LATÍN (BREVE DEL MANUAL DE PARROCOS, EFICAZ)

(Ungir a los presentes con Aceite exorcizado y bendito)

 

In nomine Patris, et Filii, + et Spiritus Sancti et Virgo Mariæ. Amen.

 

Ad Sanctum Michaëlem Archangelum.

Precatio.

Principes gloriosissime cælestis militiæ, sancte Michaël Archangele, defende nos in prælio adversus principes et potestates, adversus mundi rectores tenebrarum harum, contra spiritualia nequitiæ, in cælestibus.  Veni in auxilium hominum, quos Deus ad imaginem similitudinis suæ fecit, et a tyrannide diaboli emit pretio magno. Te custódem et patronum sancta veneratur Ecclesia; tibi tradidit Dominus animas redemptorum in superna felicitate locandas. Deprecare Deum pacis, ut conterat satanam sub pedibus nostris, ne ultra valeat captivos tenere homines, et Ecclesiæ nocere. Offer nostras preces in conspectu Altissimi, ut cito anticipent nos misericordiæ Domini, et apprehendas draconem, serpentem antiquum, qui est diabolus et satanas, ac ligatum mittas in abyssum, ut non seducat amplius gentes.

 

EXORCISMVS

In nomine Jesu Christi Dei et Domini nostri, intercedénte immaculata Virgine Dei Genitrice María, beato Michaele Archángelo, beátis Apóstolis Petro et Paulo et ómnibus Sanctis, et sacra ministérii nostri auctoritáte confisi, ad infestatiónes diabólicæ fraudis repelléndas secúri aggrédimur.

 

Psalmus 67

Exsurgat Deus, et dissipentur inimici ejus: et fugiant qui oderunt eum a facie ejus. Sicut deficit fumus, deficiant: sicut fluit cera a facie ignis, sic péreant peccatores a facie Dei.

 

V. Ecce Crucem Domini, fugite partes adversæ.
R. Vicit Leo de tribu Juda, radix David.
V. Fiat misericórdia tua, Domine, super nos.
R. Quemadmodum sperávimus in te.

 

Exorcizamus te, omnis immundus spiritus, omnis satanica potestas, omnis incursio infernalis adversarii, omnis legio, omnis congregatio et secta diabolica, in nomine et virtute Domini Nostri Jesu + Christi, eradicare et effugare a Dei Ecclesia, ab animabus ad imaginem Dei conditis ac pretioso divini Agni sanguine redemptis + . Non ultra audeas, serpens callidissime, decipere humanum genus, Dei Ecclesiam persequi, ac Dei electos excutere et cribrare sicut triticum + . Imperat tibi Deus altissimus + , cui in magna tua superbia te similem haberi adhuc præsumis; qui omnes homines vult salvos fieri et ad agnitionem veritaris venire. Imperat tibi Deus Pater + ; imperat tibi Deus Filius + ; imperat tibi Deus Spiritus Sanctus + . Imperat tibi Christus, æternum Dei Verbum, caro factum + , qui pro salute generis nostri tua invidia perditi, humiliavit semetipsum factus hobediens usque ad mortem; qui Ecclesiam suam ædificavit supra firmam petram, et portas inferi adversus eam nunquam esse prævalituras edixit, cum ea ipse permansurus ómnibus diebus usque ad consummationem sæculi. Imperat tibi sacramentum Crucis + , omniumque christianæ fidei Mysteriorum virtus + . Imperat tibi excelsa Dei Genitrix Virgo Maria + , quæ superbissimum caput tuum a primo instanti immaculatæ suæ conceptionis in sua humilitate contrivit. Imperat tibi fides sanctorum Apostolorum Petri et Pauli, et cetercrúmque Apostolorum + . Imperat tibi Martyrum sanguis, ac pia Sanctorum et Sanctarum omnium intercessio + .

 

Ergo, draco maledicte Leviatan et omnis legio diabolica, adjuramus te per Deum + vivum, per Deum + verum, per Deum + sanctum, per Deum qui sic dilexit mundum, ut Filium suum unigenitum daret, ut omnes qui credit in eum non péreat, sed hábeat vitam æternam: cessa decipere humanas creaturas, eisque ætérnæ perditionìs venenum propinare: desine Ecclesiæ nocere, et ejus libertati laqueos injicere. Vade, sátana, inventor et magister omnis fallaciæ, hostis humanæ salutis. Da locum Christo, in quo nihil invenisti de operibus tuis; da locum Ecclesiæ uni, sanctæ, catholicæ, et Apostolicæ, quam Christus ipse acquisivit sanguine suo. Humiliare sub poténti manu Dei; contremísce et éffuge, invocato a nobis sancto et terribili Nómine Jesu, quem inferi tremunt, cui Virtutes cælórum et Potestátes et Dominatiónes subjectæ sunt; quem Chérubim et Séraphim indeféssis vócibus laudant, dicéntes: Sanctus, Sanctus, Sanctus Dóminus Deus Sábaoth.

 

V. Domine, exaudi orationem meam.
R. Et clamor meus ad te veniat.
V. Dominus vobiscum.
R. Et cum spiritu tuo.

 

Oremus.
Deus coeli, Deus terræ, Deus Angelorum, Deus Archangelórum, Deus Patriarchárum, Deus Prophetárum, Deus Apostolorum, Deus Mártyrum, Deus Confessórum, Deus Virginum, Deus Calcañarum, Deus Ecclesiarum, Deus qui potestatem habes donáre vitam post mortem, réquiem post labórem; quia non est Deus præter te, nec esse potest nisi tu creátor omnium visibilium et invisibilium, cujus regni non erit finis: humiIiter majestati glóriæ tuæ supplicámus, ut ab omni infernálium spirituum potestáte, láqueo, deceptióne et nequitia nos poténter liberáre, et incólumes custodire dignéris. Per Christum Dóminum nostrum.  R. Amen.

 

Ab insidiis diaboli, libera nos, Dómine.
Ut Ecclésiam tuam, secúra tibi fácias libertáte servire, te rogámus, audi nos.
Ut inimicos sanctæ Ecclesiæ humiliáre dignéris, te rogámus, audi nos.


Et aspergatur locus aqua benedicta (Y se asperja agua bendita en el lugar e incensar).

 



 

 

 

 


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